La consideran como el corazón de la Polinesia
El archipiélago de Samoa se sitúa en mitad de la inmensidad del sur del Océano Pacífico, a medio camino entre Hawaii y Nueva Zelanda. Tal vez por esta ubicación se le llama el “Corazón de la Polinesia“.
Lo que en otro país sería un pueblo, en Samoa es la “gran ciudad”, con sus edificios, restaurantes, boliches y cines. Como pasa en todo país de una sola ciudad, los jóvenes de las aldeas se mudan a la capital para estudiar o en busca de trabajo, haciendo que Apia (ciudad) crezca de manera desproporcionada. Así que no esperes tráfico vehicular, ni congestión humana, estás en Polinesia y la vida acá va a un ritmo distinto.
El turismo de masas no ha llegado todavía aquí. Los pocos visitantes que llegan lo hacen atraídos por la llamada del turismo ecológico, se instalan en pequeñas casas típicas junto a la playa (las falé) y simplemente se dejan llevar por el pausado ritmo de vida de los samoanos.
Hay muchas posibilidades de realizar actividades acuáticas, desde el surf hasta la pesca submarina, así como otras de interior, excursiones a pie o en coche por los senderos verdes de las islas.
Pero no sólo la naturaleza está viva en Samoa, también la cultura y la tradición. Los samoanos son orgullosos y a la vez hospitalarios. Los visitantes son bienvenidos a las aldeas típicas siempre que respeten sus tradiciones y modos de vida. Eso permite a los viajeros acercarse a la fascinante cultura, su rica gastronomía y el calor de sus rituales y danzas.